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jueves, 20 de diciembre de 2018

Mi nombre no me define, mis títulos y mis profesiones tampoco

A escasos pasos de la Navidad, los planes vuelven a torcerse. Ante una serie de altercados desastrosos en las entrevistas laborales de los que toca aprender y hacer autocrítica, me cuestiono a veces el rigor o la preparación de los encargados de la selección de personal. Sabiendo que en España el sistema está un poco viciado, trato de no darle mucha importancia, pues mis proyectos están fijos y más o menos creo en ellos.

La discusión doméstica comenzó cuando les comenté a mis padres mi último resultado en las listas de un concurso-oposición local. A mí sinceramente no me dolió. Entiendo que hay instituciones que tienen unas necesidades concretas y que mi personalidad o breve experiencia pueda encajar más o menos. Entiendo que haya ciertos profesionales que encajen más en unos patrones aunque luego les falte ese impulso o espíritu crítico con el que yo me aferraría a mi profesión. Las empresas deciden lo que quieren y puedes tener algo que brille, pero si no pueden ver más allá, no pueden ver más allá. Yo estas cosas ya las sé. Los que no lo saben parece ser que son los miembros de mi familia que martirizan cualquier resultado desfavorable ante este tipo de pruebas laborales y yo simplemente me conformo diciendo que si no me cogieron, es porque no era mi sitio, y no sería del todo feliz o no podría expresarme con libertad. No suelo tomarla con quien no me puntúa excelentemente porque entiendo que cada uno tiene sus criterios. Yo sé lo que soy más allá de unas etiquetas escolares, laborales o sociales. Sé hasta donde llega mi mente.

Estas cosas ocurren en la víspera navideña cuando aún no hay certeza de lo que se va a hacer. La verdad no me apetece pasar las fiestas con gente que me culpa o ningunea constantemente sin valorar lo que se aporta como persona. También puede que esté decepcionada con los amigos o la pareja, cuando veo que estas fechas se someten al yugo familiar y a las convenciones sociales. También ellos tienen sus razones para que los entienda. Lo que no entiendo es que si una persona agoniza por dentro, se le dé la espalda de esta manera, pero empiezo a acostumbrarme, así que no me queda más remedio que seguir. La única pega que le veo es que ante tanto abandono estas personas dejan de interesarme sin más y luego vienen sus llantos, y yo encima me siento culpable por ello.

La solución de mi novio era que pasase las fiestas con toda su familia. No me pareció tampoco viable, pues ya tengo visto y comprobado que no me gusta comer con gente desconocida, que si hago una fiesta navideña o cena tiene que ser con gente a la que ame de verdad. Pienso que estas fiestas solo traen problemas, y entonces dejo fluir lo que pasará sea terrible o sea genial.

Por otra parte, me he puesto con mi acentuada desmotivación a contestar correos. He encontrado muchos de ellos que hablaban sobre marketing y les he pedido amablemente que dejen de enviarme esta información. Para empezar yo no tengo ningún negocio online. Me suscribía a estos blogs cuando tenía la certeza de que me contratarían como empleada de marketing, pero yo misma he comprobado que poco les importa lo que puedo hacer si me dejan sola ante una página web, así que al primero le dije que un negocio online se pone cuando una vive sola, sin padres, cuando tu café te lo tomas a la hora que te sale del higo y no cuando tu madre dice que la hora de tu café coincide con el almuerzo global. Preguntaréis que por qué no me hago yo la comida. Bien, a mí no se me caen las manos porque yo me haga la comida. El problema es que mi cartilla quedó reducida a cero y no puedo comprar verduras y la batidora se rompió. Diréis que son excusas, pero los alimentos que entran en mi casa son muy distintos a lo que yo comía estando sola. No tengo mi propio dinero, ni mi propia cocina, ni puedo elegir la hora de mi café porque coincide con la del almuerzo que es la que decide mi madre, así que ella ha decidido encargarse de la comida y demás y parece que los roles no van a cambiar. A veces cuando cocino se impone el terrible hecho de que pueda manchar la cocina y de que después no limpie a su gusto todo, y me da mucha pereza tanta exigencia y poca libertad. Por tanto, a este hombre le dije que no me enviase correos porque no era libre ni para elegir la hora de mi café, que es como me gusta hacerlo a mí: tomar café mientras contesto mis correos, pero este hombre, que además no ponía tildes a lo que debería de puntuarse, tiene la desfachatez de poner en automático sus contestaciones diciendo que es inválido que yo responda correos mediante un bot, y me jode, porque sin retroalimentación, ¿cómo vas a mejorar, alma de cántaro?

El segundo correo que respondí fue a un hombre que vendía un curso. Le dije que era inviable, que yo no tenía ni siquiera un negocio online, que yo miraba ideas de cara a mi futuro puesto de trabajo, pero que ni siquiera tenía dinero para pagarme un curso. No obstante, los bloggers se ganan la vida vendiendo cursos en páginas donde también tienen que pagar por tener un dominio. No creo que dé para subsistir, aunque muchos afirman que sí...

El tercer correo era de empleos. Siempre me quedo un poco en blanco ante el buscador que me dice que busque puestos de trabajo...He tenido varias categorías profesionales...y yo ya no sé ni lo que soy. Lo único que me han dicho en varias empresas es que soy buena trabajadora, y poco más. Cuando estaba dispuesta a revisar el concurso-oposición al que fui convocada y todo lo que se exigía para el puesto para hacer una búsqueda referencial en Google, me llamó mi madre para el almuerzo, así que los correos del día 20 de diciembre quedaron paralizados, porque son ya casi las cuatro de la tarde y mi sesión de deporte me espera, aunque odio el deporte, pero considero que si mi mente esta "chof", mi mente tiene que estar "chif" xD  a ver si la serotonina se menea para los lados o algo.

Agur, amigxs.

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